Un cubo negro y un lugar de renombre

— 20/02/2025 -

En la ávida búsqueda del lugar donde celebrar nuestro amor frente a los ya reducidos 350 invitados, pasamos por muchas opciones.

Junto con Two Sugars teníamos clarísimo dónde iba a ser. Fuimos directo y sin titubear, apuntando todos los cañones. Estando listos para reservar, algo en el fondo de nuestra cabeza —esas vocecitas que ya casi parecen tener conversaciones entre ellas sin siquiera pasar por el lóbulo frontal de sus respectivos dueños— nos decían: "frenen".

¿¿Frenar?? Pero si ese lugar vidriado que mezclaba ladrillo y concreto, fusionaba naturaleza con un estilo industrial y lleno de luz era lo que ya habíamos imaginado.

Pero...

Sí, la organización no estaba afilada, pero tampoco era determinante para no ir por ello. Sí, teníamos que organizar con cada proveedor a 11.000 km de distancia, pero tampoco era determinante para no ir por ello. Sí, la zona no nos gustaba, pero tampoco era determinante para no ir por ello. Sí, nos habían contado historias de no gran éxito en ese lugar, pero tampoco era determinante para no ir por ello.

Hasta que sí, la falta de profesionalismo y —clásico argentino— las vueltas que nos daban, dijimos: "No".

Veamos otras opciones. Mi mamá fue a ver una por nosotros. Parecía la opción más viable, sin embargo, el barril cervecero que pusieron como mesa… me anuló cualquier posibilidad de amigarme con el lugar. Divagué un rato con el Palacio, hasta que el algoritmo me mostró un artículo sobre su leyenda urbana. ¿Para qué tentar al destino, no? Otra opción de ensueño era una estancia que había sido vendida hacía unos cortos meses atrás (cuyas fotos seguro las verán desperdigadas por esta página), sin ofrecer ya sus servicios como venue*. Estaré eternamente agradecida con el primo de 2S, que me invitó como +1 de él y pude ver la estancia de la fuente en vivo. Ya, vertiginosos por el mareo de mails, llamadas, nombres y propuestas, nos llegó la confirmación para la reunión del lugar.

El lugar. Ya el nombre es imponente.

Lo primero que hice —hicimos— fue agradecer estar hablando con alguien que nos resolviera el proceso al decirnos: “Chicos, nos encargamos de todo esto. Ustedes se encargan de estar presentes ese día”.

Lo segundo que hice fue llorar. Llorar por no tener mi lugar lleno de luz, por decirle que sí al tan famoso cubo negro que quise evitar.

Lo tercero que hice fue recordar. Recordar que me dieron un don, que es embellecer ese espacio que habito. ¿Para qué servirá? Solo Dios sabe. La cuestión es que decoro para Navidad, para cumpleaños y despedidas. ¿Cómo se me olvidaría que, por supuesto, iba a decorar mi propio casamiento? Así que hice las paces. Pasó de ser un cubo negro a ser un lienzo en blanco que me permitiría pintar ese espacio y ese día con colores que nos hicieran brillar a 2S y a mí.

Es el día de hoy que ni 2S ni yo sabemos cómo se coló esta reunión en nuestro Google Calendar, pero sin conocerlo ni de oído, elegimos La Herencia.

La Herencia… Árboles genealógicos, apellidos… food for thought.

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Paso a Paso.